Mientras subía las escaleras de su casa, los tres pisos se le hacían
interminables, se sentía muy cansada. Había sido un día muy largo,
además se tomó dos copas de ron con Inés una vez cerrado el Miss lo que
aumentaba la sensación de cansancio le dolían tremendamente los pies,
solo pensaba en meterse en la cama y descansar.
Mientras metía la llave la puerta esta se abrió, casi se cae por la violencia con que fue abierta. Ahí estaba su padre delante de ella, con odio en la mirada, observándola, vestido con una simple camiseta interior y un pantalón vaquero, su metro 80 de estatura, sus marcadas facciones y sus ojos negros y llenos de odio se posaban sobre Ana de manera amenazante.
Sin darla tiempo a reaccionar la callo el primer golpe, una fuerte bofetada que la tiro al suelo con mucha violencia, las llaves que estaban en su mano salieron disparadas y fueron a caerse por el hueco de la escalera al caer resonaron en la cabeza de Ana mientras su boca le sabia sangre y un leve hilo de color rojo salía de su boca le había partido labio.
Puta ¿de dónde vienes a estas horas?-.dijo Antonio con un tono de voz roto, mientras se agachaba y agarraba fuertemente del pelo a su hija.- No me gusta que mi hijita este hasta tan tarde por ahí.-. Su aliento olía a alcohol y a tabaco -. ¿O es que mi niña tiene un novio y se olvida de papi?-, su mano se posó sobre las rodillas de Ana e iban subiendo hacia sus muslos.
Ana intentaba apartar, tímidamente y sin ninguna convicción, las manos de su padre que la tocaban peligrosamente los muslos hacia sus zonas íntimas, un no ahogado salió de su voz, mientras su padre más violentamente cada vez intentaba tocarla. Como enfadado porque su hija intentara defenderse aunque fuera de esa manera tan liviana, se levantó y se quedó de pie frente a ella, que permanecía en el suelo con la mirada fija en el suelo petrificada por el miedo. Sin mediar palabra le propino una dura patada en el estómago que hizo retorcerse de dolor a Ana.
¡Zorra!-.Dijo con una voz fuera de sí, tan alejada de aquella voz cálida y dulce que contaba cuentos a Ana y la hacía dormir profundamente. Pisó la mano de Ana y apretó tanto que ella pensaba que se le estaban rompiendo los huesos que hizo que gritara de dolor. Al levantar el pie, Ana pensó que no volvería a poder moverla nunca más, le dolía tantísimo que sentía que estaba a punto de desmayarse, pero aun tuvo que aguantar otra fuerte patada en su pecho, antes de que su padre pegara un portazo y la dejase ahí, inmóvil en el suelo, con el cuerpo dolorido por las patadas, con sangre de su labio partido y con su mano izquierda que apenas sentía.
Se levantó como pudo agarrándose de la barandilla de la escalera con su mano derecha, mientras con la izquierda la que había sufrido el pisotón la coloco sobre su estómago. Empezó a descender por la escalera, no podía volver a su casa con su padre en ese estado la golpearía más, tampoco quería, necesitaba aire. Bajaba los escalones uno a uno, con paso lento, los minutos que tardo en salir a la calle le parecieron eternos.
Una vez en el exterior con el mismo paso lento que había bajado las escaleras, camino hasta el parque a unos 50 metros de su casa. En el parque el frio se hacía más intenso pero ella apenas lo sentía, apenas sentía nada ni si quiera el dolor, todo estaba oscuro. Apenas unas cuantas farolas alumbraban la penumbra. Se sentó en un banco con las piernas encima, acurrucada metió la cabeza entre ellas, y rompió a llorar.
Mientras metía la llave la puerta esta se abrió, casi se cae por la violencia con que fue abierta. Ahí estaba su padre delante de ella, con odio en la mirada, observándola, vestido con una simple camiseta interior y un pantalón vaquero, su metro 80 de estatura, sus marcadas facciones y sus ojos negros y llenos de odio se posaban sobre Ana de manera amenazante.
Sin darla tiempo a reaccionar la callo el primer golpe, una fuerte bofetada que la tiro al suelo con mucha violencia, las llaves que estaban en su mano salieron disparadas y fueron a caerse por el hueco de la escalera al caer resonaron en la cabeza de Ana mientras su boca le sabia sangre y un leve hilo de color rojo salía de su boca le había partido labio.
Puta ¿de dónde vienes a estas horas?-.dijo Antonio con un tono de voz roto, mientras se agachaba y agarraba fuertemente del pelo a su hija.- No me gusta que mi hijita este hasta tan tarde por ahí.-. Su aliento olía a alcohol y a tabaco -. ¿O es que mi niña tiene un novio y se olvida de papi?-, su mano se posó sobre las rodillas de Ana e iban subiendo hacia sus muslos.
Ana intentaba apartar, tímidamente y sin ninguna convicción, las manos de su padre que la tocaban peligrosamente los muslos hacia sus zonas íntimas, un no ahogado salió de su voz, mientras su padre más violentamente cada vez intentaba tocarla. Como enfadado porque su hija intentara defenderse aunque fuera de esa manera tan liviana, se levantó y se quedó de pie frente a ella, que permanecía en el suelo con la mirada fija en el suelo petrificada por el miedo. Sin mediar palabra le propino una dura patada en el estómago que hizo retorcerse de dolor a Ana.
¡Zorra!-.Dijo con una voz fuera de sí, tan alejada de aquella voz cálida y dulce que contaba cuentos a Ana y la hacía dormir profundamente. Pisó la mano de Ana y apretó tanto que ella pensaba que se le estaban rompiendo los huesos que hizo que gritara de dolor. Al levantar el pie, Ana pensó que no volvería a poder moverla nunca más, le dolía tantísimo que sentía que estaba a punto de desmayarse, pero aun tuvo que aguantar otra fuerte patada en su pecho, antes de que su padre pegara un portazo y la dejase ahí, inmóvil en el suelo, con el cuerpo dolorido por las patadas, con sangre de su labio partido y con su mano izquierda que apenas sentía.
Se levantó como pudo agarrándose de la barandilla de la escalera con su mano derecha, mientras con la izquierda la que había sufrido el pisotón la coloco sobre su estómago. Empezó a descender por la escalera, no podía volver a su casa con su padre en ese estado la golpearía más, tampoco quería, necesitaba aire. Bajaba los escalones uno a uno, con paso lento, los minutos que tardo en salir a la calle le parecieron eternos.
Una vez en el exterior con el mismo paso lento que había bajado las escaleras, camino hasta el parque a unos 50 metros de su casa. En el parque el frio se hacía más intenso pero ella apenas lo sentía, apenas sentía nada ni si quiera el dolor, todo estaba oscuro. Apenas unas cuantas farolas alumbraban la penumbra. Se sentó en un banco con las piernas encima, acurrucada metió la cabeza entre ellas, y rompió a llorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario